miércoles, 2 de septiembre de 2015

Experiencia personal



Siento que todo lo vivido ha sido una mentira.

Tal vez fue una broma de mal gusto que a alguien le pareció gracioso. En su momento pudo haberlo sido, incluso me pude haber reído, pero a día de hoy no logro entender la gracia que pudo suponer.

Tal vez no fue una broma. Pudo ser un error. Tal vez el destino nos jugó una mala pasada y se equivocó. Tal vez nuestros caminos no debieron haberse encontrado jamás. Por eso todo acabó tan trágico.

¿Pero y si no fue nada de eso? ¿Y si no fue un error ni una broma? ¿Y si eso es lo que tenía que pasar desde el principio? De acuerdo, entiendo que no todas las historias tienen un final feliz, que no todo es rosa, que hay más colores. ¿Pero el nuestro tenía que ser negro? ¿No podía ser gris, verde o rojo? De tantos millones de personas que hay en el mundo nos tocó a nosotros. Tenía diecisiete años. No había hecho nada con su vida. Yo, en cambio, sí. Me había jodido la vida.

Yo no estaba en el típico pozo negro. Yo estaba en un ataúd, a diez metros bajo tierra. Estaba muerta. Esperaba a que alguien me ayudase a salir, porque sola no podía. Pero todos pensaban que era feliz en ese lugar, porque estaba muerta, debía estar ahí. Y él apareció, consiguiendo lo que nadie jamás había intentado. Tan solo me faltaba el impulso final para pisar tierra de nuevo. Apenas un metro. Pero en un abrir y cerrar de ojos su mano desapareció. 

Todo el apoyo que recibía por su parte se fue con él, y ese empujón que me faltaba también. Me caí en el ataúd de nuevo, y ahí sigo. Pero quince metros bajo tierra esta vez. Nadie sabe que estoy ahí siquiera. He vuelto a morir. Más profundo, más doloroso.

"No te preocupes." "Seguro que lo superas." "Eres fuerte." "Ya encontrarás a alguien." 
No me preocupaba. Lo superé. Fui fuerte. Encontré a alguien. Y todo se vino abajo.

Duermo en el ataúd, y lloro para inundarlo.

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